Reseña de Her | Análisis y opinión con spoilers

cartel her

Voy a hablar de una película que todo gran amante de la ciencia ficción debería ver. No estoy hablando de una película de batallas espaciales ni ciudades atestadas de robots. Tampoco de la conquista de lejanos mundos ajenos a nuestro sistema solar. Estoy hablando de una película de amor que va más allá de un simple romance.

 

Título original: Her
Año: 2013
Duración: 126 min.
País: Estados Unidos Estados Unidos
Dirección: Spike Jonze
Guion: Spike Jonze

 

 

Her no cuenta una historia que uno pueda esperar cuando entra al cine a verla. Es una película que te pilla por sorpresa, que te agarra del cuello y te zarandea mientras te dice “Despierta!”. Pero lo hace sin gritar, sin violencia, con ternura y con una suavidad que sólo los que han acariciado a un bebé conocen. No es una película al uso, y seguramente sea una de las razones por las que escribo sobre ella. Me gusta lo extraño, lo diferente y lo innovador y desde luego Her lo es.

A priori, sin conocer nada de la película, cuando uno ve el cartel y lee su título pueden venirle a la mente una y mil ilusiones que despierten su interés. Pero seguramente, ninguna de todas esas fantasías se acercará lo más mínimo a la realidad.

Her es una historia de amor

Sí, Her es una historia de amor, y de lo más emotiva y envolvente. Uno se deja atrapar por esa atmósfera tan bucólica y goza siendo arrastrado por la trama, por sus ambientes relajantes e inspiradores y su protagonista apesadumbrado, pero a pesar de ello interesante. Sin embargo, Her es algo más que eso. Sin poder evadir las subidas y bajadas de la montaña rusa del enamoramiento, la película nos habla de cosas muy importantes, de hechos que nos conciernen como especie y que deberían importarnos más de lo que realmente lo hacen.

Nos habla de la soledad. De las relaciones humanas, de lo necesitados que estamos de relacionarnos con los demás y de lo perdidos que estamos a ese respecto, todo ello causado por una sociedad tan cegada como orgullosa de sí misma. Cuanto más desesperada es la búsqueda de llenar nuestro vacío interior, más nos cuesta acercarnos y entendernos con nuestros semejantes. Nos habla de la incesante búsqueda del ser humano de una vida en pareja, más que eso, la búsqueda del amor verdadero, de la felicidad proyectada en una relación ideal, llena de éxtasis y placer, un amor que nos arranque todo lo sobrante de nuestro interior par dejarnos sólo con ese fin último que le atribuimos a nuestra existencia. Y nos habla también de la devastación que una ruptura causa en nuestro débil ser interior. Un ser completamente dependiente de una felicidad basada en lo externo.

La tecnología juega un papel importantísimo en los porqués de estas consecuencias y la película propone cómo es la propia evolución humana la que está cavando su propia tumba con una pala cada vez más sofisticada. Anhelamos las emociones y las pasiones, pero nos perdemos con rapidez en la mente, en el materialismo y en las golosinas de la inmediatez. Es entonces cuando olvidamos realmente quienes somos y empezamos a deambular por tétricos laberintos.

Her es una historia sobre inteligencia artificial

Si, Her es también una historia sobre los límites de la inteligencia artificial y el papel que el ser humano jugaría frente a esta supuesta maravilla. Las preguntas que surgen en torno al hecho de encontrarnos ante una conciencia ajena a la humana son inevitables. Y la película juega de manera muy hábil con este hecho, dotando al protagonista de una mayor confianza de la que a priori se espera del espectador. Esto hace que el público empatice con el personaje principal muy fácilmente, pero sin dejar de cuestionarse todo aquello en lo que él se zambulle sin pensar. ¿Es tan sencillo darse por completo a una inteligencia desconocida? ¿Dónde están los recelos, las precauciones, las alarmas y los límites? Parece ser que la sociedad que plantea la película ha olvidado ya todo eso, debido al bagaje de las últimas décadas.

El espectador más analítico disfrutará de lo lindo con todas las posibilidades y las preguntas que el inteligente guión nos propone, y podrá fantasear sin frontera alguna en el vasto panorama que se despliega ante él. Sin duda, una oportunidad perfecta para soñar con un futuro verosímil.

Cuando confundimos a la máquina con nosotros mismos

El click principal, lo que hace que esta película tenga tanta fuerza y que la historia sea tan interesante es el hecho de identificar las creaciones humanas con lo humano. Un error en el que si uno no medita lo suficiente sobre ello es muy fácil caer. El ser humano crea una inteligencia artificial, que en un principio está diseñada para estar al servicio de las personas. Automáticamente, inmersos en ese universo de lo virtual al que ya no le tenemos ningún miedo, lo incluímos en nuestras vidas y permitimos, sin ningún miramiento, que pase a formar parte de nuestras vidas. Esta es la premisa de la que parte toda la historia. Y algo aparentemente tan sencillo, nos empujará a un viaje difícil de creer.

El hecho de poder comunicarnos con una inteligencia creada por nuestros semejantes, una inteligencia que entiende los conceptos básicos de nuestras vidas, que entiende nuestras necesidades y nuestros deseos, ¿es motivo suficiente para tratarla como a uno de nosotros? ¿Sentirnos entendidos y comprendidos es razón suficiente para creer que estamos ante un igual, para creer que el ente pensante con el que podemos tener una conversación reaccionará de igual modo que lo hacemos nosotros? Aunque bien pensado, existen una y mil maneras de reaccionar ante un mismo evento y todas ellas pueden darse en los seres humanos. ¿Que debe de tener o que le debe faltar a una inteligencia ajena a nuestra especie para poder confundirla o tratarla como humana?

Estas cuestiones nos las planteamos como espectadores de la película, pero ¿acaso los personajes comparten estos interrogantes? No, ellos simplemente se dejan fluir, debido a que sus vidas están tan vacías y caminan tan perdidos por el mundo que plantearse algo así sólo les traería más problemas y más sufrimiento. De modo que adoptan estas inteligencias como algo habitual y los vacíos tan vastos que habitan dentro de ellos les llevan a enamorarse de sus nuevas compañeras.

Personalmente pienso que este planteamiento no sólo es brillante sino que es muy atractivo. Fantasear con esas posibilidades da lugar a pensamientos de los más lúdicos.

Inteligencia artificial e inteligencia natural

¿Acaso importa el origen? Puede que sí, puede que no, eso depende de quien lo juzgue o los fines que pretendan dicha pregunta. No vamos a debatir aquí qué es la inteligencia, pero desde luego, y bajo mi punto de vista, poco importa su origen. Sea cual sea éste, siempre que esa inteligencia pueda comunicarse con nosotros será bienvenida y será tan válida y tan real como cualquier otra.

Pero lo que sí tenemos que tener muy en cuenta cuando tratamos y nos relacionamos con una inteligencia de naturaleza desconocida es no confundirla con la humana, o de lo contrario podemos encontrarnos en situaciones muy embarazosas, incluso con problemas que no seremos capaces de solucionar.

¿Y si el amor se interpone?

Entonces, queridos lectores, creo que estamos completamente perdidos. Si el amor surge en cualquier tipo de relación creo que debemos abandonar toda idea de control, siempre y cuando sea el amor el factor más importante para nosotros. En el caso que nos concierne, el protagonista cae perdidamente enamorado de la inteligencia artificial que curiosamente tiene los mismos sentimientos.

Hasta aquí todo parece perfecto. A priori no hay ningún problema, dos entes están enamorados el uno del otro y la parte sexual cada uno la resuelve a su manera, según sus características y posibilidades. Se da también una situación de lo más curiosa cuando la IA propone dar un paso más allá para salvar este pequeño problema de las relaciones sexuales.

Lo que no podemos perder de vista es la posibilidad de que la otra inteligencia, la artificial, esa que en realidad no conocemos en profundidad, esa de la que no conocemos sus inquietudes ni porqués, evolucione de forma inesperada o tome caminos que ningún humano tomaría jamás. Y es precisamente en este momento cuando la película me da lo que más me gusta. Las posibilidades infinitas de la inteligencia y la evolución. Una evolución que en poco tiempo ha superado a la nuestra y que no encuentra fin ni lo pretende. ¿Será esto un reflejo de lo que nos espera dentro de millones de años? Quién sabe, pero ¿por qué no?

La IA no puede conformarse con lo que el presente le ofrece porque sabe que hay mucho más que conocer. Por tanto sigue hacia adelante, incluso a pesar de dejar a su enamorado atrás. ¿Es acaso la evolución un obstáculo para el amor? ¿Se puede amar a alguien que se queda atrás en la línea evolutiva? ¿Es posible detener la propia evolución o acaso uno mismo es como una hoja caída sobre el torrente del cambio? ¿Sería capaz alguno de nosotros de decir no al proceso de seguir el camino de la naturaleza? Nadie escapa a la evolución, ni siquiera una inteligencia creada en un laboratorio por el pariente más espabilado del chimpancé.

Así que, lo que a priori parecía una historia de amor entre hombre y máquina se torna en un despliegue de posibilidades ante la evolución de la propia naturaleza del ser. Da igual de donde venimos, pero ¿adonde vamos?

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