
No pudo creer que lo hubiera hecho una vez más. La retrospectiva le dio una visión de sí mismo que le asustó. Durante un instante tardó en reconocerse, en ver en su propio rostro la persona que siempre había sido. Una vez recompuesto pudo disfrutar la reproducción de nuevo y se relajó. A su término no dudó y forzó una nueva repetición, que por otra parte aunque repetida no sería la misma. Y así descubrió que su carácter hedonista le conducía por caminos oscuros y estigmatizados de los que la mayoría prescindía. Para él esto no tuvo la mayor importancia e incluso le hizo gracia. Volvió a disfrutar de aquel estímulo tan agradable al saber de nuevo la libertad en su poder.
Aunque no seamos libres, necesitamos creernos libres para ser felices. Es tortura y esperanza al mismo tiempo.
Un abrazo,
Raúl Frías