
Y de tanto mirar el camino y seguir sus pasos con la vista, se alejó tanto de su guarida que nunca más pudo volver a encontrarla. Quedó entonces al descubierto. y agotados los intentos de esconderse del sol se echó al suelo a temblar. El camino seguía allí.
Fue en aquel momento de rendición cuando sintió en su cuerpo casi calcinado las agradables gotas de agua que le animaban a continuar…