
Asintió con los párpados ocultando el terror, y esa fue su respuesta. Su cuello resplandeció en la oscuridad guiando así a la muerte. Los colmillos de su amada se clavaron con fuerza, vaciándole de vida. Y durante la despedida sintió que a pesar de la muerte, el amor persistiría más allá del tiempo. Ella se odió por haber cedido al fin ante tantas presiones, tantas tormentas. Pero sobre todo por no haber podido marcharse, la pasión le había hecho débil. Y aunque enterrase ese odio en las profundidades, siempre seguiría encendido, iluminando la cueva. Y en aquel instante supo con certeza que el amor que ahora tendría para siempre, jamás sería el que encontró en él cuando aún era humano.
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